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En ese mismo instante aparecieron los dedos de una mano humana que, a la luz del candelero, escribía sobre la parte blanca de la pared del palacio. Al ver el rey la mano que escribía, se puso pálido y, sin saber qué pensar de esto, perdió las fuerzas y las rodillas comenzaron a temblarle. Con grandes gritos, mandó llamar a los magos, hechiceros, adivinos y sabios de Babilonia, y les dijo:

«A quien pueda leer lo que está allí escrito, y me diga lo que significa, se le vestirá de púrpura, se le pondrá un collar de oro en el cuello, y se le nombrará tercer señor del reino.»

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